2 mar 2011

CRÓNICA: UN PARQUE MIL MEMORIAS


Una mañana de mayo emprendí mi camino hacia un lugar que contiene varias historias de mi ciudad natal: el parque central de Santo Domingo. Mi propósito, escribir un informe de algunos acontecimientos que reserva este sitio.

En la esquina de mi casa me situé para esperar uno de los buses que me llevaría a mi destino.

En pocos minutos apareció el primer carro denominado Tsáchila. Hice una leve señal de “pare” y de inmediato me embarqué. A penas mi pie tocó una de las gradas del bus, éste arrancó, provocando un ligero golpe en mi codo izquierdo.

Busqué un asiento entre la gente que se encontraba ya situada y procedí a acomodarme. El bus realizó varias paradas después, una de ellas en la famosa “Y” del indio Colorado. Allí las personas empezaron a subir de prisa y aquel carro se copó.

Me encontraba ya a pocos minutos de llegar, entre tanto un niño se subió al transporte y en medio de los individuos que se encontraban de pie, hizo maniobras para llegar hacia mí y ofrecerme un caramelo. Gustosa lo acepté y le di el valor del mismo.

La tercera parada, era mi destino. Aguardé a que el carro frene y me bajé. Ahí estaba… el parque central de mi ciudad, un lugar que alberga tanta gente y tantas historias.

Con un poco de temor y desconcierto, me senté en el borde de un muro que rodea varias plantaciones. Saqué mi libreta de notas, un lápiz y empecé a escribir. A pocos pasos de mi lugar, se encontraba un anciano hablando solo y cabizbajo. Él murmuraba “ay Dios mío, ay Dios mío…” sentí un poco de temor y me alejé.

Al parecer algunas de las personas que frecuentan el parque, desean reencontrarse con un pasado y varios sentimientos. Entonces, caminé un poco para dispersar mis pensamientos y me encontré con un pequeño niño, de aproximadamente siete años de edad. Él me pidió que le comprara un vaso con gaseosa, necesitaba uno, así que de inmediato acepté.

Después de refrescar mi sed, caminé hacia el edificio denominado “Ilustre Municipio.” A su alrededor encontré varios niños y adultos que limpian zapatos, los lustrabotas. El negocio de la lotería, es el más concurrido allí. Cerca del mismo lugar se encontraba un señor de traje, muy elegante, con una guitarra, entonando una canción que le permitiera recibir unos cuantos centavos.

En una esquina, me encontré con un grupo de meretrices. En aquel momento una de ellas ofertaba sus servicios. Al parecer era sordo muda, algunas señales la delataron. Ella vestía una falda corta fucsia y una blusa de color amarillo bajo… después de haber cerrado el trato, dio varios pasos y dobló la esquina. El señor que requirió sus servicios la alcanzó después.

Seguí mi camino… quise rodear con mi mirada aquel parque, me sorprendió ver a algunos señores jugando naipes en las bancas. Apostaban dinero en cada partida. De pronto, me sentí más segura al ver caminando por allí a dos jóvenes policías, bueno, no tan segura pues se estacionaron varias veces a divisar las apuestas antes mencionadas.

Me encontraba, entonces, de frente a la Catedral. En aquel momento, ésta albergaba unos cuantos fieles. Una señora que estaba ubicada en las afueras de la misma me ofreció unas velas, dije ¿por qué no? Le compré dos y me introduje en aquel templo aparentemente oscuro.

El aire que se respira allí es incienso puro y la visión no es la mejor. Según mis datos las luces en aquel lugar se encienden a partir de las seis de la tarde antes de eso, no. Recé una oración y procedí a dejar mi vela en los pies de la estatua de un Santo, desconocí su nombre pero era el más concurrido. Con la bendición de Dios, me retiré.

Decidí caminar un poco más, quise observar más acontecimientos para completar mi crónica. Una vez más, acudí a situarme frente al edificio municipal. Observé como trabajaban algunas señoras en aquel oficio de arreglar las uñas, eso es nuevo aquí.

Ubicados ahí, también se encontraban unos señores con palas y costales, me pregunté ¿Qué podrían ser? Me propuse salir de mi curiosidad y me acerqué a preguntar. Comprendí entonces, después de resolver mi interrogante, que eran albañiles, trabajadores informales que esperaban que algún individuo contrate sus servicios.

Después de aquello, me ubiqué nuevamente en el sitio donde empecé y procedí a redactar.

Existe tanto movimiento en este lugar, varias personas se estacionan en busca de un dólar para suplir sus necesidades, mientras otras, sólo lo hacen por apostarlo todo a la vida… unos proclaman sus quejas, otros cantan canciones.

Pero todos tienen algo en común, un sueño… un deseo que alberga sus vidas que les permite levantarse una día más y regresar al parque central.

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